La doble ola: envejecimiento + IA
Dos olas avanzan y se encuentran en el centro de la empresa. La primera es demográfica: en Colombia, la proporción de personas de 60+ podría subir a 27,5% en 2050; en América Latina, uno de cada cuatro habitantes tendrá más de 60 años hacia mediados de siglo. Esta curva no es temporal, es estructural.
La segunda es tecnológica. En 2025, el 69% de las empresas en Colombia espera un impacto significativo de la IA en su industria, y la región avanza con entusiasmo en adopción. A escala global, estimaciones señalan que la IA podría elevar el PIB mundial hasta en 14% para 2030, con ganancias impulsadas por productividad y nuevos productos. En nuestra región, diversos análisis proyectan un aporte relevante —aunque menor que en economías líderes—, lo que vuelve crítica la ejecución inteligente.
¿Qué significa esto para la responsabilidad social empresarial (RSE/ESG)? Que la agenda de impacto ya no puede limitarse a filantropía o cumplimiento: debe rediseñar cómo trabajamos y aprendemos en entornos intergeneracionales habilitados por IA.
La Organización Mundial de la Salud promueve entornos “amigables con las personas mayores” que mejoran la vida y el trabajo de todas las edades. Trasladado a la empresa, esto implica diseño inclusivo de puestos, flexibilidad, accesibilidad digital y eliminación de sesgos etarios. La OCDE recuerda que, aun cuando crece la participación laboral sénior, la formación continua de 60–65 años sigue rezagada: solo alrededor de un tercio participó en capacitación en 2023, frente a más de la mitad en 25–44.
La conclusión es obvia: sin aprendizaje a lo largo de la vida, la promesa de la IA se quedará corta y la desigualdad por edad se ampliará.
En Sibyl lo vemos a diario: cuando las organizaciones conectan tecnología con aprendizaje con propósito, los equipos desarrollan Power Skills (pensamiento crítico, colaboración, comunicación, adaptabilidad, entre otras) mientras resuelven retos reales de comunidades. Ese “doble clic” convierte la RSE en ventaja competitiva: el negocio gana productividad y reputación; el talento crece; y el territorio se transforma.
La empresa del futuro no es una máquina perfecta: es un ecosistema vivo donde la experiencia y la novedad se reconocen, conversan y se potencian. La IA no viene a reemplazar memoria; viene a amplificarla. Y la longevidad no es un gasto; es una reserva de sabiduría que, bien acompañada, acelera resultados y deja huella en el territorio.
Cuando un equipo aprende con propósito, la organización se fortalece, el talento crece y el 🔗 impacto social empresarial se vuelve tangible. Eso es triple impacto.